viernes, 1 de junio de 2012

LA POLICIA NACIONAL: Un organismo que a 20 años de su nacimiento no encuentra la senda de su fortalecimiento y estabilidad institucional y profesional (artículo publicado en el Semanario Judicial del Diario "ABC COLOR", fechas 21 y 28.05.2012) .


Agradezco la invitación y la oportunidad para escribir estas  reflexiones acerca de   la anárquica  y a la vez angustiosa degradación  a la que se halla sometida la aguerrida Policía Nacional Paraguaya, institución a la que con orgullo pertenezco.  Los meses de abril y mayo de este año habrá sido unos de los más negros en sus pocos 20 años de existencia como tal.

La Policía paraguaya, aun antes de asumir su actual rol con jurisdicción  nacional, muy escasamente atrajo la atención pública y política en lo que concierte a su fortalecimiento y más eficiente funcionamiento. Y ello es hasta si se quiere paradójico, por cuanto que  ya en los primeros tiempos  de su nacimiento, por el año 1843, el Presidente CARLOS ANTONIO LOPEZ  ya enfatizaba la importancia del rol institucional al reconocer y expresar que “sin seguridad no hay desarrollo”.

Existen sin embargo explicaciones bastante razonables para tal desatención, la guerra genocida contra la triple alianza que dejó al país en situación catastrófica, la del Chaco contra Bolivia después, las varias revoluciones armadas  y golpes de estado que retrasaron por años el desarrollo nacional. A estos eventos  que   mantuvieron   a la República en situación de constante inestabilidad, habría que  agregar    la ausencia  de   conciencia ciudadana acerca de la importancia de la seguridad para el desarrollo y bienestar de la nación, como la falta de  habilidad en los responsables de desarrollar tal conciencia.

Cabe en este punto  hacer referencia a expresiones del Inspector General ® PASTOR MIERES, en la obra de su autoría: “HISTORIA DE LA POLICIA” (Pag. 27): “… en conocimiento de todos estos hechos y acaeceres,  pudo con justa razón expresar en cierta ocasión un representante del gobierno nacional: “La Policía del Paraguay no pudo en un siglo de existencia estar a la  altura de sus congéneres de América, tantas vicisitudes internas se opusieron a su progreso”. A lo que nosotros, muy conformes con esta opinión, agregamos que no sólo las internas motivaron su retraso, sino también las externas: dos guerras internacionales en las que la Policía  no rehusó su presencia, al contrario, integró las filas del ejército con toda altivez y patriotismo en defensa de la patria”.

El inicio de la que podemos denominar “etapa democrática” parecía  alentador  para el  pueblo paraguayo, imperativamente necesitado de adecuadas garantías para su  pleno desarrollo con los nuevos vientos de libertad que comenzaban a soplar. El artículo 175 de la Constitución de la República la elevaba a rango nacional, que magistralmente  fundamentado por el Convencional Constituyente OSCAR PACCIELO (+) en el año 1992, reflejaba  en ese momento  la necesidad de una institución de seguridad moderna que marche en paralelo con las conquistas democráticas a que se estaba dando inicio.

El insigne Profesor PACCIELO   expresaba en aquella memorable ocasión  que “…al consagrar una transformación radical del estado paraguayo, al que lo calificamos como estado democrático de derecho, está dicho que también debemos eliminar de la faz de la tierra paraguaya, esa imagen sórdida, siniestra y miserable que tenían los organismos de seguridad. Por eso, Ciudadano Presidente, estamos creando, a través de la propuesta de la comisión redactora, un organismo técnico altamente calificado, que no puede estar si no al servicio de la democracia”; agregando que “…a ese organismo con carácter nacional, que va a permitir la desaparición de nuestras campiñas de los temidos sargentos de compañía y alguna gendarmería y alcaldía miserable, estamos nosotros confiando las funciones normales de todo el cuerpo policial, cuales son la preservación del orden publico establecido en la Ley, tarea no menuda, pero que debe ser cumplida con solvencia y calificación profesional y técnica. No es cualquiera el que puede ser policía, y eso debe quedar bien en claro. Por eso nosotros ponemos que el mando de la policía nacional será ejercido por un oficial superior de su cuadro permanente. No puede ser un improvisado, sea el gremio profesional que fuere, ni un abogado, ni un militar, ni nadie; solamente un policía y un policía de carrera”. (Diario de Sesiones de la Convención Nacional Constituyente de 1992).

Esos ideales forjados y expresados entonces por el  insigne Profesor OSCAR PACIELO, se patentizaron en dos palabras sustantivamente importantes con que comienza la redacción del ya mencionado Artículo 175,  que son “INSTITUCION” y  “PROFESIONAL”. Sin desperdiciar tiempo en explicar sus significaciones etimológicas e implicancias en lo que concierne a  organización, formación  y  desarrollo intelectual – profesional, preguntaría tan solo si los Presidentes de la República, los Ministros del Interior y los Comandantes de la Policía que se sucedieron en los 20 años de existencia institucional,  algo hicieron para que se cumpla la orden clara y precisas impartidas por el pueblo paraguayo a través de la Constitución de la República sancionada y promulgada en 1992. 

La respuesta sería  que evidentemente no hicieron lo suficiente o hicieron muy poco o casi nada. Aquella “… imagen sórdida, siniestra y miserable…” de que hablaba en pretérito OSCAR PACIELLO sigue siendo lacerante realidad. Y la “… solvencia y calificación profesional y técnico…” de que él también habló refiriéndose a la nueva institución creada, aun cuanto se puede y se debe  señalar importantes conquistas, en su mayor parte sigue siendo una soñada utopía y una deuda pendiente con el pueblo paraguayo. Como un categórico ejemplo de esto último  podemos  mencionar el caso editorializado en estos días por el Diario “ABC COLOR”,  en que ante las presiones de un  influyente político oficialista, un alto jefe de la cúpula policial aseveró: “… de ahora en más vamos a analizar las órdenes judiciales para cumplirlas”.


La Policía Nacional es la institución mejor atendida en recursos materiales y medios durante este gobierno.


Para el común del pueblo,  desinteresado en  conocer los pormenores del  manejo de un organismo de seguridad, pero que sí en usufructo de su  legítimo derecho está siendo informado a diario de las multimillonarias inversiones en la Policía Nacional, en aras  a recibir los beneficios de un buen servicio que le garantice adecuadamente su desenvolvimiento cotidiano como ciudadano, no hay explicación de cuanto está aconteciendo con su Policía. Ésta,  en estos últimos 4 años,   paralelamente a  su  crecimiento en tecnología y medios materiales,  está experimentando una patente degradación moral, profesional y mística.

Hoy la Policía no solamente cuenta con tecnología de punta en equipos de informática que  le permite ejercitar  controles bastante eficaces en las vías públicas más concurridas de las principales ciudades, sino  con modernos vehículos patrulleros hasta en las reparticiones  más  alejadas  de los confines de la República. Y no solamente eso, hasta cuenta con modernos impresionantes helicópteros surcando los aires nacionales. Ni hablar de los modernos y novedosos equipamientos adquiridos   y que están siendo empleados en los diferentes operativos.

Coincidimos  con un editorial del Diario “ABC COLOR”, titulado “ESCANDALOSO CHOQUE DE OSCUROS INTERESES EN LA POLICIA NACIONAL”, en que se afirmaba que “… la Policía Nacional no mejorará un ápice con más presupuesto, mejoras salariales y la entrega de helicópteros, camionetas modernas y mayor poder de fuego” y será necesariamente conducida hacia su “inevitable destrucción”. Y coincidimos con el editorial porque los hechos lo demuestran fehacientemente. No obstante las finas atenciones en recursos, tecnologías y presupuestos, no existe percepción de mejoramiento del servicio. Al contrario, pareciera que  la prestación de ese servicio está recorriendo el camino del empeoramiento.

El  gobierno del Presidente  FERNANDO LUGO  puede tener y es seguro que tenga muy  buenas intenciones en lo que concierne al mejoramiento de la seguridad  y de la institución que recibió  en condiciones bastante deplorables. Sin embargo, evidentemente carece del conocimiento y de la   habilidad necesaria, como del adecuado asesoramiento,  para imponer los criterios técnicos a una institución demasiado compleja. Es compleja  no sólo por la misión que se le asigna, sino por su misma organización jerárquica dentro de un régimen de obediencia y no deliberancia,   en que un pequeño manoseo, aun cuando tenga el silencio como respuesta, tiene un poderoso efecto negativo   bumerán hacia  su interior.


La endémica enfermedad de la Policía Nacional: Su debilidad estructural  a partir de la cúpula.


La situación que atraviesa la institución guardiana de la seguridad ciudadana naturalmente preocupa a todos los paraguayos de bien. Es  y debe ser así,  pues verdaderamente  la  Policía está lejos de   adaptarse a las nuevas circunstancias sociales y políticas  del cambiante mundo,  en que  se enfatizan  el reconocimiento,  el respeto y garantía de los derechos fundamentales del hombre,  entre ellos  la vida,    la libertad, la seguridad,  lo que  está clara y sabiamente expresado en el Art 9 De la C.N.: “toda persona tiene derecho a ser protegida en su libertad y en su seguridad. Nadie está obligado a hacer lo que la ley no ordena ni privado de lo que ella no prohíbe”.

Pero más nos preocupa, nos acongoja  y nos hace lanzar a veces gritos de impotencia  a quienes conocemos el interior institucional, tenemos  la experiencia y los conocimientos  técnicos necesarios   para  determinar  un marco de comparación  con organizaciones similares de otros países, que mostrando solvencia profesional  ganaron  el respeto y la consideración de la sociedad a que prestan servicio.

La fragilidad  de una organización  no es  garantía de eficiencia,  como se está demostrando en las circunstancias actuales. La fortaleza sí lo es, ella   garantizaría la  buena prestación de servicio, convertiría a la institución en orgullo de la sociedad a la que sirva, prestigiando y elevando la imagen del país y de su gobierno. El fortalecimiento de un órgano de seguridad del Estado como la Policía no pasa exclusivamente por  dotarla de modernos y sofisticados equipamientos,  sino especialmente por potenciar su estructura, su organización, con énfasis en  sus recursos humanos.
 
Casi todos los males  derivados de la inseguridad   son hoy día  atribuidos  a la ya muy golpeada Policía Nacional. La  deteriorada imagen de ésta va en picada.  A sus efectivos cada vez se los siente y se los ve menos motivados y más desmoralizados, carentes de mística institucional y en un marco de elevada falta de confianza en sus superiores naturales. Esto  que por sí adquieres ribetes de alta gravedad en un organismo  no deliberante y obediente, en que el personal está privado de  expresar públicamente sus inquietudes y disconformidades.  No se  analizan las causas de su actual ya endémica  fragilidad   estructural, para de allí aplicar  recetas que la ayuden a erguir el tronco y sacudirse de sus mazmorras,   sino que  se la  aplica inmisericordes  latigazos que no hacen sino volverla  cada vez más pálida y débil,  postrándola casi en la impotencia.

Las causas de las debilidades las debemos buscar y están en el mismo cuerpo policial. Antes que ayudar a extirparlas o disminuir sus efectos perniciosos, quienes  conocemos acerca de la  administración de organismos  de seguridad sabemos con certitud que tales causas son alimentadas y hasta fortalecidas por los pocos prolijos manejos políticos que de la institución se hizo  desde las altas esferas de los gobiernos que se turnaron a partir de la implementación de la Policía Nacional en el año 1993. Y eso no lo decimos exclusivamente nosotros, constan en diagnósticos elaborados por organismos internacionales.

En los 20 años de existencia de la Policía Nacional  a ningún Comandante de la Policía ni a los demás componentes del Cuadro de Oficiales Comisarios Generales  se les permitió completar el período de 5 años de permanencia en el cargo  al primero  y de 3 años acordado a los demás (Art. 116 y 117 de la Ley No. 222/93).  Todos, quizás con raras excepciones, si es que las hay, fueron relevados por razones políticas. Uno de los  diagnósticos internacionales se refieren  a este fenómeno con la expresión: altísima rotación”, agregando que a ello se debe que  “La inestabilidad institucional es la regla y no la excepción”. 

Para los profanos en la administración de un organismo de seguridad del Estado  lo expresado posiblemente muy poco dice. Pero para quienes conocemos  de su  manejo, sabemos y vemos las evidencias de los  tremendos efectos   negativos de aquellos manejos muy pocos prolijos. En primer lugar las cúpulas institucionales  casi nunca tuvieron el  tiempo suficiente para elaborar, madurar  y desarrollar planes concretos. En segundo lugar es prioritario para quienes llegan  a  esa cúpula  buscar  vías para ganarse la simpatía de quienes detentan el poder político.  Lo hacen  frecuentemente en detrimento del cumplimiento  del deber legal,  en busca de  mantenerse en el cargo el mayor tiempo posible, conscientes de que el desempeño prolijo y la eficiencia no constituyen garantías  de continuidad y permanencia en los cargos. Y no entramos en detalles respecto que a partir del gobierno de LUIS ANGEL GONZALEZ MACCHI, con WALTER BOWER como Ministro del Interior, la Policía Nacional de hecho prácticamente perdió su autonomía  funcional, técnica  y operativa en los términos de la Constitución Nacional y su Ley No. 222/93.
 
Cabe aquí un valioso comentario de ARTURO BRAY, en su obra “Militares y Civiles”, que aun cuanto se refiere a las Fuerzas Armadas, tiene total validez en el ámbito policial, por ser ambas partes de la Fuerza Pública y enmarcarse dentro del marco de la “obediencia y no deliberancia”. Dice este insigne escritor: “… el agente provocador suele ser el propio gobierno, al socavar la moral y la disciplina… contribuyendo con ello a su deterioro y desintegración. Inconcebible parece, de primera intención, que sean los gobernantes, quienes se propongan –deliberada o inconscientemente-  eliminar a la institución que constituye su principal, cuando no su único sostén, pero la realidad es esa en más de un caso concreto. Se dan instancias de titulados estadistas que, tal vez sin proponérselo, quiebran la disciplina…, provocando fisuras en la cohesión de sus cuadros al colocar una bomba de tiempo en la contextura de la moral militar: confieren ascensos a los menos aptos, postergando a jefes y oficiales meritísimos, confían destinos  de responsabilidad a notorias nulidades profesionales, y en una palabra, se empeñan en “triturar” a la institución…”.

No es casual que la cabeza  sea la parte mejor protegida del ser humano y por ello su contenido, el  cerebro,  el que menos se mueve. Sabemos que un pequeño mareo,  una pequeña debilidad, hasta incluso una imperceptible afección del cerebro,  repercute en todo el cuerpo,  pudiendo  hacer perder el habla,  algunos sentidos o hasta hacerlo trastrabillar,  incluso desmoronarlo completamente al cuerpo. 

Lo que sucede con la cúpula  (cabeza) policial no es diferente al  ejemplo precitado. En estos 20 años la cúpula institucional llegó a un debilitamiento extremo. Los sistemas de controles internos no funcionan. El manejo de los recursos humanos, por tanto, se vuelve  anárquico, casi caótico. El resultado es todo cuanto está aconteciendo. No pasa casi un día sin  ver a través de los medios de comunicación que un funcionario policial está involucrado en actividad delictiva.  

Lo que aquí llamamos, por darle un nombre, “los pocos prolijos  manejos” o lo que un diagnóstico internacional  denomina “altísima rotación” o lo que ARTURO BRAY llama  “socavar la moral y la disciplina”,  impidieron el desarrollo institucional en la búsqueda de la calidad del servicio. Al contrario, vinieron debilitándola sistemática y progresivamente a través de los años, para convertirla hoy día en un organismo muy desmoralizado, con escasa  reacción,  ineficiente y por sobre todo muy baja credibilidad  pública.  Esto se produce justo en momentos en que la delincuencia toma formas más sofisticadas y agresivas, tal vez alentada por la misma debilidad policial,  haciendo que   la cuestión referida a la preservación de la seguridad ciudadana sea un tema cada vez más compleja, difícil y costosa, requiriendo para prevenirla y combatirla, no solamente  alta preparación  profesional  de  los responsables  de hacerlo, sino una elevada moral, mística, honestidad y  sobrada vocación de servicio.
 
La reiterada, inefable y repetitiva receta llamada “depuración”:

Cuantas “depuraciones” ya hubo en la Policía Nacional Paraguaya. Desde su creación, en ocasiones dos veces en un año, se depuran sus cuadros dando  profusa difusión a las medidas más bien mediáticas profusa, como si fuera una solución a todos los males de inseguridad. 

Las cosas no terminan allí. En la todavía breve historia de la Policía Nacional, en reiteradas ocasiones, para ser favorecidos con el cargo de Comandante de la Policía  un “amigo”, ahijado, compadre o alguien  “de confianza” (no hace falta que tenga demasiada solvencia intelectual ni preparación profesional),  con el justificativo de que sus integrantes están “contaminados”  y el  “mensaje” de que con ello se está combatiendo frontalmente la corrupción y se busca la eficiencia institucional,  remesas enteras fueron enviadas a retiro, sin  consideración alguna de méritos ni miramiento  de los   tremendos perjuicios  a la institución y en especial al pueblo,  que al fin y al cabo es el  perjudicado, al ser  privado de que le sea revertido  el cúmulo de conocimientos y experiencias  de  Oficiales con alta preparación profesional que costaron años de inversiones millonarias al Estado.

Estas medidas gubernamentales han contribuido en estos 20 años a limpiar la institución de corruptos?, han  ayudado a potenciar el desempeño institucional?, han sido medidas adecuadas para llevar adelante el necesario y cada vez más imprescindible racionalización en el empleo de los recursos humanos?,  han sido medidas que hicieron crecer la confianza y credibilidad públicas en la Policía Nacional?, han contribuido a mejorar la imagen de seguridad que el país irradia en el exterior?, han constituido aportes para ubicar a los gobiernos de la “transición democrática” en una imagen de efectivo y real  deseo de buscar brindar un mayor y mejor marco de seguridad ciudadana a la República?. No hace falta hacer mención a la respuesta, ella es obvia.

Es cierto, es absolutamente natural, eso ocurre en cualquier institución del mundo y en cualquier empresa,  que se desprenda de sus elementos indeseables. Para ello al fin y al cabo existen en el ámbito policial las herramientas legales y las reparticiones cuyas responsabilidades se enmarcan en la misión de investigar las faltas a los deberes policiales, juzgarlas y aplicar las sanciones que correspondan. Y es también natural, que en cualquier empresa o institución, sean jubilados o pasados a retiro aquellos que hayan cumplido con el tiempo y demás requisitos legales exigidos. Pero en el caso de una fuerza de seguridad, se lo debe hacer  con la debida normalidad y la mayor racionalidad posible,  de modo a evitar el debilitamiento de la cabeza y por añadidura del   cuerpo entero, situación real y patética con la que confrontamos en la actualidad. Aquí debieran  primar los intereses generales de la nación relacionadas con la imperativa necesidad de  preservar   la integridad y fortaleza institucionales, que deben estar siempre por encima de los intereses particulares, sectoriales y hasta políticos partidarios circunstanciales.
 
Los rigores mediáticos,  circunstanciales,  arbitrarios y carentes de toda racionalidad, en ocasiones hasta en condiciones de paranoia política, con que los diferentes gobiernos en estos 20 años encararon los pases a retiro causaron y causan daños demasiado graves  en la  resentida estructura institucional, amén de hacer derramar gotas de lágrimas de impotencia en  quienes conocemos  las funestas consecuencias futuras de tan desacertadas e irresponsables medidas. Esas consecuencias las estamos experimentando y sufriendo en la actualidad los ciudadanos comunes, con los hechos  de inseguridad de que a diario  somos testigos y víctimas.

Revertir la situación es responsabilidad de todos, por aquello de que  “la soberanía reside en el pueblo”,  pero la voluntad y las acciones hacia ese objetivo deben generarse  esencialmente en el  poder político, que debe de una vez por todas dejar de lado las rencillas por intereses particulares,  sectoriales o partidarios, para centrar sus energías en los intereses generales de la nación.

            Conclusión:

Varios son los factores que conjunta o separadamente  en los 20 años de su existencia condujeron  a la Policía Nacional  a la actual situación. Esos factores no son inventos coyunturales o caprichosos. Varios diagnósticos elaborados por organismos y expertos internacionales se refieren a ellos. También se refiere a  esos factores el resultado del  PRIMER  CONGRESO POLICIAL SOBRE SEGURIDAD PUBLICA  que tuvo lugar los días 13 y 14 de junio del 2002,  en las instalaciones del Instituto Superior de Educación Policial,  con participación de  más de 200   Oficiales, Suboficiales y Funcionarios de la institución.

Esos documentos deben obrar en los archivos de la Policía Nacional o en los de algunos de los organismos del Estado. Quizás estén  un poco desfasados y habría que actualizarlos, pero se los podría considerar a los efectos de dar inicio a un proceso serio, meticuloso, responsable y no  de mera fachada con fines mediáticos.

Ellos hablan de lo que podríamos llamar “enfermedades” institucionales y  dan las  “recetas” para su curación, que ningún gobierno hasta hoy las aplicó,  por razones que se ignoran. Algunos dicen que lo que en la institución policial acontece no es sino reflejo de lo que en el país ocurre y que,  por lo tanto, su solución es parte del todo. Aquellos  tendrían razón, pero tendrían que percibir   que la seguridad  es un asunto de vital  importancia,   muy sensible, que tiene desafíos pendientes, con un futuro no muy promisor, al observar tan solo   la actual intensiva descomposición del tejido social paraguayo y la sofisticación del delito, que asume cada vez  más renovadas y agresivas formas, sin respetar clases sociales ni las fronteras de los países. Y no está por demás repetir lo que  CARLOS ANTONIO LOPEZ  ya dijo hace más de un siglo: “SIN SEGURIDAD NO HAY DESARROLLO”.

                                                                      

jueves, 23 de febrero de 2012

LA LEY No. 4.493/2011 ABRE LAS PUERTAS A LA PROFESIONALIZACION POLICIAL:


a)      El sistema impuesto por la Ley No. 222/93:

La Constitución de la República determina imperativamente que la Policía Nacional es una institución PROFESIONAL (Art. 175) y que entre las distintas carreras en que el funcionariado público presta servicio, está  la   policial (Art. 101). En concordancia con la Constitución,   la  Ley Orgánica Policial No. 222/93 define taxativamente la “carrera policial” como “… la profesión  técnica y científica que desarrollan ciudadanos juramentados para servir a la sociedad conforme a la Constitución Nacional y las Leyes”.

Lo de la profesionalidad policial fue tratado con responsabilidad  y rango constitucional por primera vez en la Constitución vigente. En ninguna de las anteriores  lo ha sido.  Llevar a tan elevado pedestal el trabajo policial, sin desmeritar el  denodado esfuerzo de varios héroes anónimos que aportaron lo suyo,  fue preponderantemente fruto de los  paradigmas   democráticos  que asomaban en el horizonte,     en cuyo portaestandarte  la “nueva Policía” era llamada a convertirse.  Este aspecto fue brillantemente expuesto por el convencional constituyente OSCAR PACCIELO (+),  en oportunidad de fundamentar en el año 1992 el Art. 175 de la C.N. .

En su duodécimo año de existencia la Policía Nacional sin embargo no pudo responder con la debida solvencia profesional a ese llamado. Factores de diversos orígenes le han jugado muy mala pasada, uno de ellos de orden jurídico legal, la  masificación de los  ascensos a los diferentes grados, incluyendo los superiores, el punto que más afecta la eficiencia institucional, ya que toma preeminencia  el interés económico patentizado en la mejora salarial del ascenso, a la consideración de  méritos  y  aptitudes determinados en la ley.  El sistema impuesto por la Ley No. 222/93 fue preponderante para ello.

En la sistemática  de la Ley No. 222/93,  al menos en los grados subalternos y superiores, el  “ascenso” o la “promoción”,  en verdad no implicaba pasar a cumplir una función o desempeñar un cargo de mayor responsabilidad o importancia, como debiera serlo en un organismo con “estructura funcional  jerarquizada” (Art. 2),  sino la modificación de la denominación del grado y,  lo más importante,  en esa nueva denominación mejorar el salario, pudiendo incluso posteriormente pasar a cumplir una función de menor importancia o ser reasignado  para desempeñarse  al frente de una dependencia de menor rango.

Esta situación ha sido nefasta a los efectos de la profesionalidad policial, pues los oficiales sencillamente perdieron motivación para  pulir su intelectualidad profesional en los estudios o cursos  cuya aprobación es requerida para la promoción al grado inmediato superior.  Se volvió cotidiano  que  todas las promociones, con la totalidad de sus integrantes,  con muy contadas excepciones, lleguen al grado de Comisario Principal.  Llegar a este grado implica estar habilitado para la promoción al grado de  Comisario General Inspector.  El más o el menos apto,  el de mayores como el de menores  méritos, tienen  iguales posibilidades  de recibir la “bendición política” de ser promovido a tal  honorífico grado.

Dentro del marco de lo sintéticamente expuesto, no se requiere realizar un estudio demasiado exhaustivo para constatar  que la  Policía Nacional paraguaya,  en el transcurso de su todavía breve historia, en muy escasas ocasiones  fue comandada por oficiales con preparación  intelectual adecuada a las exigencias del cargo. Se llegó incluso a situaciones sencillamente ridículas, motivos de risa y críticas en las aulas,   como de comentarios satíricos en los sectores  civiles, en que  oficiales conocidos por sus tremendas limitaciones, ubicados en los últimos lugares de su promoción, llegaron al cargo de Comandante.

Es de comprender que lo brevemente explicado debilita toda la estructura institucional, pues siendo un organismo eminentemente profesional, técnico y a la vez científico, con estructura funcional jerarquizada, cuando la cabeza carece de la debida y necesaria fortaleza  intelectual, ello  se contagia a todo el cuerpo, que irremediablemente lo resiente y la sociedad toda sufre las consecuencias.

b)      El sistema que  impone la Ley No. 4.493/2011:

Esta Ley  instituye  no solamente una nueva escala  salarial, sino un renovado sistema, que deja sin efecto el sueldo por grado que establecía la Ley No. 222/93, para dar lugar a que el mero transcurso del tiempo se  encargue  de ir estableciendo el salario que le corresponde al oficial o suboficial, en base a los años de servicio (Art. 3).  Es decir, ya no es necesario ASCENDER  para GANAR MEJOR. Da la oportunidad para que las promociones o ascensos sean determinados conforme a las necesidades del funcionamiento institucional, en estricta base a los cargos privativos para cada grado disponibles a nivel nacional.

Lo determinado en la nueva ley implica en mucho adecuarse a la concepción de las modernas organizaciones policiales. A continuación son mencionados algunos aspectos fundamentales:

1.    El respeto al derecho a la libre determinación de la persona humana, en este  caso particular  la persona humana policía,  el oficial o suboficial, que en el sistema de la Ley No. 222/93,  se veía compelido, empujado, obligado a asistir  y a aprobar  los diferentes cursos  requisitos para la promoción al grado inmediato superior. Los profesores del Instituto Superior de Educación Policial (ISEPOL)  somos testigos calificados de las desdichas y desazón de muchos oficiales y suboficiales convocados imperativamente para realizar los cursos,  actitud  que atenta contra el buen desarrollo de las clases y, a la vez,  desmotiva a quienes lo hacen  con la intención de pulir su intelectualidad.

2.       El respeto al derecho a la libre determinación, implicará  que aquellos con   debidas y respetables motivaciones para no desear  la promoción con miras a  asumir funciones de mayor responsabilidad o no estén suficientemente  convencidos  de su capacidad para ello, sencillamente no respondan a los anuncios que debe hacer el ISEPOL de los estudios superiores que ofrece en sus varios institutos. Implicará al mismo tiempo, que sí se inscriban aquellos oficiales y suboficiales que tengan  deseos de crecer intelectual y profesionalmente. La intelectualidad de éstos podrá ser mejor cultivada y desarrollada. En un plazo de 10 a 15 años la institución policial estará más profesionalizada y más fortalecida intelectualmente, principalmente en la cúpula, donde más hace falta, pues de allí se contagia a todo el cuerpo.

3.    Por último, abre al  Comando Policial la brillante oportunidad de optimizar su organización y de simplificar las designaciones,  comenzando a delimitar los cargos privativos por grado.

c)       c) El sistema impuesto por la Ley No. 4.493/2011 no colisiona con artículo alguno de la Ley No. 
           222/93:

Pareciera que algunos artículos de la Ley No. 222/93 se constituirían en obstáculos para la aplicación de la nueva sistemática, pero haciéndole una no muy exhaustiva mirada, se tiene que no es así. 

El  Art. 105:

Dicho artículo dice:  “El Oficial o Sub Oficial postergado por el Tribunal de Calificaciones de Servicio en su ascenso dos veces consecutivas, pasará a retiro”.

Pero si el oficial o el suboficial, aun teniendo una brillante conducta,  no reúne los requisitos para el ascenso, porque él no procuró, no se inscribió en el curso de ascenso, no se preparó porque  no lo desea o porque él prefiere mantenerse en el grado por razones  para él debidamente justificadas, quizás por  agradarle el desempeño de las funciones privativas de ese grado, sencillamente  el Departamento del Personal no debe incluir el nombre de aquel oficial o suboficial  en la nómina de candidatos cuya  promoción será tratada por el  respectivo Tribunal de Calificaciones de Servicio. El Tribuna pertinente no trata,  entonces,   su ascenso.   No tiene al fin y al cabo porque tratarlo. No se ha violado el citado Art. 105.

Situación diferente constituye  que el oficial o suboficial reúna todos los requisitos para el ascenso, él desea ascender, se postula a los cursos, los realiza y los aprueba,   el Departamento del Personal o Recurso Humano (no tienen importancia la denominación), incluye su nombre en la nómina a ser tratada, pero el Tribunal encuentra que el personal estuvo involucrado en un caso que implica falta grave a los deberes policiales, que amerita la postergación del ascenso. En este caso se aplica en todo su rigor el Art. 105. Ese es el espíritu de este artículo. Una de las definiciones que el diccionario de la lengua española hace de la palabra  “postergar” es  “hacer sufrir atraso”, es decir sería como una sanción por algo que  lo amerite.

Art. 55:

Este  artículo  determina   el pase a retiro absoluto de oficio al cumplir cierta edad el oficial o el suboficial. El mismo no es imperativo sino optativo para el organismo colegiado responsable de expedirse, pues claramente comienza con la expresión   “se podrá”.  

Siendo el Tribunal de Calificaciones pertinente el organismo competente, que en base a los méritos y aptitudes, distinciones, citaciones y menciones de jefes de unidades, etc.,  que deben obrar en la foja de servicios de cada  personal, debe determinar el retiro o la continuidad en el servicio activo.

En las actas  donde consta las determinaciones de los Tribunales de Calificaciones de Servicio debe obrar numerosa jurisprudencia sobre el tema.

                                                                                             

lunes, 2 de enero de 2012

PRIMER Y UNICO CONGRESO DE LA POLICIA NACIONAL SOBRE SEGURIDAD PUBLICA (13 y 14 de junio de 2002):

   
         El PRIMER CONGRESO POLICIAL SOBRE SEGURIDAD PUBLICA tuvo lugar los días 13 y 14 de junio del 2002,  en las instalaciones de la Dirección General de los Institutos Policiales de Enseñanza, con  más de 200  participantes, entre Oficiales, Suboficiales y Funcionarios.

     Fue convocado por el entonces Comandante SIXTO MAURO RAMIREZ, en circunstancia de tremendas crispaciones institucionales. Cuando el Congreso culminó, la crisis se había desinflado considerablemente y el Comandante ya ni siquiera prestó atención a los resultados.

        El  objetivo esencial del  mismo era  que un grupo representativo de todos los estamentos componentes de la institución, analice  la  situación por la que  atraviesa la Policía Nacional y sugiera soluciones razonables al respecto.

        Las  EXPOSICIONES y los DEBATES fueron desarrollados en un excelente ambiente de camaradería, con demostración de elevada madurez y de amplio conocimiento y conciencia  del delicado momento institucional.

       Las  CONCLUSIONES   a que dicho Congreso arribó son:

       SITUACION ACTUAL DE LA INSTITUCION:

1.      Insuficiente cantidad de recursos humanos, con  un promedio de 1,8 policías por cada mil habitantes, siendo la media  mundial, para un servicio eficaz,   de 4 policías por cada mil habitantes.

2.      Inadecuada  administración de los recursos humanos (cantidad mayor de la necesaria en funciones administrativas, asignación de gran cantidad de personal uniformado a dichas actividades en detrimento de los trabajos operativos, nombramiento de personal  sin reunirse los requisitos de la idoneidad para las funciones a ser destinado, etc. etc.).

3.      Falta de atención  al  cuadro de Suboficiales y al personal civil. Unos como otros  deben ser  adiestrados, estimulados y promocionados conforme a sus grados, categorías y pertinentes funciones  específicas a cumplir.

4.      Dispersión del personal  en  custodia de personas con  reclusión domiciliaria  por disposición de  la Justicia Ordinaria.

5.      Prebendarismo (designaciones digitadas, sin consideración de méritos, aptitudes, capacidades).

6.      Excesiva carga horaria del personal operativo, que  trabaja  un promedio de 12 horas diarias,  con  incidencia negativa  en  su  rendimiento y efectividad.

7.      Carencia de un sistema de atención a la salud  que dignifique al personal y su familia.

8.      Desvalorización social de la función policial.  En general,  el policía es mal calificado y cuestionado  por la generalidad de los ciudadanos.

9.      Los frecuentes hechos delictivos en que se ven involucrados efectivos policiales  últimamente,  profundizan la desconfianza de la comunidad  hacia su Policía.

10.  Ante la  ineficaz o inoportuna  respuesta a los requerimientos ciudadanos, la comunidad no ve a su  Policía como un factor que incremente la seguridad. La población considera que la Policía no es eficaz y no cumple su misión de prevenir el crimen y proteger a los ciudadanos. La comunidad espera  mucho más de su Policía.

11.  El policía no busca  respaldo ciudadano en su labor. Entiende que  el uso de la fuerza es el único recurso con que cuenta para hacer su trabajo.  Los derechos humanos son entendidos como obstructores de la acción policial. El policía no comprende que la  función principal de la institución es no solamente respetar los derechos humanos, sino garantizar su plena vigencia.

12.  En la PN, en materia de relaciones con la comunidad, no existen políticas ni estrategias.  Apenas se han dado iniciativas personales y aisladas en el terreno.  En general, los miembros de la Institución no entienden el valor del relacionamiento con la comunidad y de las estrategias de policía comunitaria.  Más aun, no las conocen.

13.  La previsión del Reglamento Orgánico Funcional en cuanto a los Consejos Asesores Comunales, no es aplicada por la mayoría de las  Comisarías. Dichos Consejos   se constituyen en valiosos  espacios de comunicación y coordinación con la  comunidad. Desafortunadamente, los existentes sólo son  utilizados para apoyar material y logísticamente a las dependencias  policiales respectivas.    Debe observarse que si bien este hecho refleja que las comunidades están conscientes de los pocos recursos con que cuenta la Institución, también propicia ciertos manejos no claros,  ya  que las donaciones  en dinero o equipamientos no están sujetos a los controles normales, ni por parte de la comunidad ni del Estado. 

14.  Inadecuada  infraestructura edilicia de las dependencias policiales, principalmente en el interior del país.

15.  Insuficiente cantidad de vehículos automotores, combustibles, lubricantes, armamentos, municiones y equipos, con medios de comunicaciones (sistemas UHF, VHF y telefónico) totalmente obsoletos y vulnerables. 

16.  Impunidad institucional (silencio cómplice en  casos de  faltas a los deberes policiales o hechos de corrupción).

17.  Carencia de un sistema de control efectivo de la conducta  y  de las actividades privadas del personal.

18.  Concepto distorsionado de la disciplina (cumplimiento de disposiciones ilegales y antirreglamentarias emanadas de los Superiores).

19.  Presión e instigación a personal subalterno, para logro de  beneficios económicos por medios indebidos.

20.  Selección deficitaria de ingresantes a los cuadros de la Institución.

21.  Interferencias e influencias políticas en las decisiones y operaciones policiales, afectando incluso la carrera policial y alterando nombramientos, asignaciones o traslados.

       SOLUCIONES  SUGERIDAS:


1.      Racionalizar y redistribuir los recursos humanos.  Destinar la mayor parte del personal uniformado a funciones operativas y capacitar al personal civil para encargarse de los trabajos administrativos.

2.      Elaboración e implementación del “Plan de Carrera” o  “Reglamento de Destino” (acceso a los cargos por méritos, aptitudes, antigüedad), de manera a eliminar el padrinazgo, los contactos políticos, el amiguismo, el compadrazgo, etc.

3.      En tanto se lleve a la práctica lo sugerido en el numeral “2”, numerar  las dependencias por orden de importancia de uno al dos mil e implementar el acceso a las jefaturas de las mismas por estricta antigüedad,  con excepción  del Comandante y Subcomandante,  cuya designación es de exclusiva potestad del Presidente de la República.   El acceso a los  cargos  de este modo, propiciará que el personal cuide su conducta y se favorezca la disciplina.

4.      Tercerizar la selección del personal ingresante a los institutos de formación  (COLEPOL y  Escuela de Suboficiales) y reglamentar el nombramiento  de  los funcionarios, en base a concurso de méritos y aptitudes, conforme a las necesidades del servicio, de tal modo a evitar las presiones o injerencias extrainstitucionales.

5.      Implementar sistema de concurso de méritos de Profesores, para el acceso a la tarea docente, con miras a lograr la excelencia en la formación técnico – profesional del personal policial.

6.      Elaborar e implementar un Reglamento para Servicios Extraordinarios (cobertura de eventos deportivos, sociales, de entes financieros, etc.).

7.      Promover la capacitación y actualización permanente del personal.

8.      Gestionar el incremento de los salarios,  especialmente Suboficiales y personal civil, conforme a los años de servicio, tomando como parámetro el sueldo correspondiente al grado de Comisario.  Tener en consideración que el bajo salario es un factor que propicia la corrupción y dificulta la incorporación de personal de calidad aceptable o de mejor nivel.

9.      Racionalizar  y humanizar  los  traslados y destinos del personal, conforme al “Reglamento de Destino” o “Plan de Carrera”, junto con una campaña de concienciación del personal, en el sentido de someterse a métodos de planificación familiar y  a  ejercer  la paternidad en forma responsable.

10.  Diseñar e implementar  planes y programas de asistencia social y sanitaria, descentralizando la atención a la salud  a través de la construcción y puesta en funcionamiento de centros asistenciales regionales o suscribiendo convenios con entidades privadas del ramo.

11.  Diseñar y ejecutar  un programa de relacionamiento   con la comunidad para todo el país, en que estén previstos:

a)      Creación de servicios de información pública sobre la función y las tareas policiales;
b)      Realización  de sondeos y encuestas de opinión,  para medir y analizar las percepciones, tanto de la ciudadanía como de los componentes de la institución, en forma periódica;
c)      Desarrollo de acciones tendientes a reafirmar la importancia de la prevención del delito, inculcando  a la ciudadanía el principio de solidaridad y reforzando el concepto de la responsabilidad ciudadana en materia de seguridad, pudiendo mencionarse las actividades de información a través de los medios periodísticos (radial, escrito y televisivo), como así también distribución de  folletos y proyección de películas, y los programas de educación cívica, poniendo  énfasis en las precauciones ciudadanas para no ser víctimas de delitos  y en el fortalecimiento de las llamadas medidas de autoprotección;
d)     Promoción  y asesoramiento de sistemas de acción policial de prevención y participación ciudadana, tales como las visitas programadas y periódicas a barrios,  hogares,  comisiones vecinales e instituciones educativas;

e)      Supervisión y asesoramiento a través de las Comisarías en la creación y organización de comités de seguridad  vecinal; 
f)       Divulgación de las funciones y actividades de auxilio  realizadas por la Policía (Centro de Operaciones Policiales, Agrupación de Bomberos y otras dependencias);
g)      Mayor aprovechamiento y fortalecimiento  de la Biblioteca y  de la Radio de la Policía, para dar participación más  activa y directa a la ciudadanía en los temas de seguridad;
h)      Mecanismos de control, seguimiento y evaluación de  la ejecución del programa, a través de las Direcciones de Zonas.

12.  En  base al PROGRAMA  a ser ejecutado a nivel nacional, formar y capacitar a los Jefes de Comisarías   en su carácter de líder comunitario,  para implementar adecuadamente los trabajos conjuntos  con la comunidad.

13.  Impulsar un verdadero proceso que permita cambiar la cultura institucional en la materia, formar  personal y poner en práctica técnica de relacionamiento con  la comunidad, tendiente  a que el trabajo policial sea comprendido, reconocido, aceptado  y valorado.

14.  Promover la modificación de la Ley 222/93 Orgánica de la Policía Nacional, con el objetivo de posibilitar cambios estructurales destinados a una mejor prestación de servicio (creación de la Dirección General de Recursos Humanos y otras dependencias) y la modificación de los años de servicio para los ascensos, de tal modo que al grado de Comisario General se acceda a los  treinta años de servicio cumplidos.

15.  Facilitar el acceso del personal a estudios universitarios y  crear la Universidad Privada Policial, con las Facultades de Derecho, Criminalística (ya existente) y Ciencias  Policiales.

16.  Cambiar el sistema educativo, en base a los siguientes lineamientos:

a)      Admitir como Cadetes a profesionales egresados universitarios,  que cursarán  un año de estudio,  de acuerdo a las necesidades del servicio y conforme al Reglamento.
b)      Aumentar a dos años la etapa de formación de los Aspirantes a Suboficiales y dotarlos de infraestructura edilicia adecuada, mobiliario, insumos alimenticios y otros elementos necesarios para su formación.
c)      Modificar el plan curricular del Colegio de Policía, incluyendo materias en las áreas de relaciones con la comunidad (en base al programa elaborado, a ser implementado en las Comisarías),  comunicaciones, planificación y operaciones, administración de recursos humanos, informática avanzada,  inteligencia y operaciones tácticas.

17.  Gestionar que la Policía Nacional tenga facultad de control  sobre el tráfico vehicular en  las rutas nacionales e internacionales,   como asimismo  el control migratorio  en todo el país,  especialmente en las fronteras, aduanas y aeropuertos.

18.  Realizar cursos de capacitación regional en el área jurídico - legal y mejorar el relacionamiento interinstitucional con el Ministerio Público.

19.  Sugerir la modificación de algunos artículos del Código Penal, incluyendo la tipificación de las faltas y sanciones.

20.  Solicitar la modificación de algunos artículos del Código Procesal Penal, en lo referente a:

a)      Que los marginales reincidentes no sean beneficiados con la medida sustitutiva de prisión.
b)      Los  aprehendidos por hechos punibles graves por primera vez, que permanezcan por los menos tres meses en prisión para luego ser beneficiados con  medidas sustitutivas.

21.  Peticionar la modificación de la Ley que regula las manifestaciones públicas, incluyendo las sanciones a los infractores.

REFLEXIONES SOBRE LA INSEGURIDAD PUBLICA. PROBLEMAS Y ALTERNATIVAS ACTUALES: PANORAMA CONTINENTAL DEL TEMA


La SEGURIDAD, no obstante ser después de la vida y la libertad, uno de  los bienes jurídicos más protegidos por los Derechos Humanos y las Constituciones democráticas del mundo,  y aun cuanto es sabido que ella constituye la base fundamental del DESARROLLO, en los países menos desarrollados, entre ellos  Paraguay, hasta hoy no ha sido objeto del  estudio y  la  atención que se merece.

En lo atinente a la SEGURIDAD CIUDADANA,  el concepto ha cambiado  considerablemente, tendiendo  a dejar de  ser competencia exclusiva del Estado. La sociedad civil está  evolucionando hacia una concientización del problema y trata de organizarse para desarrollar acciones más efectivas, acorde a sus necesidades. Una vía muy efectiva está siendo la integración de los cuerpos policiales con  vecinos de sectores específicos. Hay experiencias exitosas al respecto. Se citan los ejemplos de la Policía Comunitaria del Japón, la Policía de Proximidad de España y la Policía británica. En Paraguay hay tentativas muy incipientes en tal sentido.

El problema ha tomado dimensiones tales que rebaza acciones coyunturales. No basta con dar respuestas drásticas  por parte del Estado (aumento de la cantidad de policías en las calles, por ejemplo, lo cual no es sino evidenciar aún más la  inseguridad). Las asociaciones civiles, es cierto, en coordinación con los órganos de seguridad, toman algunas medidas que minimizan en algo su expresión, pero le corresponde al Estado las acciones más importantes, considerando que el problema de la seguridad pública  deriva de la problemática de la seguridad social. En la medida que se pueda  dar respuestas integradas al problema de la salud, educación, capacitación, trabajo, recreación, etc., se incidirá  favorablemente en el problema de la seguridad pública. Una vía de acción prioritaria es la prevención. Lamentablemente el presupuesto asignado a PREVENCION es exiguo  para desarrollar programas al respecto. El área de prevención  es amplísima, abarcando aspectos relacionados con la educación en el hogar, en la Escuela Primaria y en el Colegio Secundario, satisfacción de las necesidades primarias de la población, la reinserción a una vida sin delinquir  de ex delincuentes, etc.

En algunos países, Paraguay entre ellos, el Estado carece de  una POLITICA DE SEGURIDAD a nivel nacional. Por tanto, sus órganos de seguridad, como es de suponer, actúan como "molinos de viento", ya que carecen de un "Norte" hacia donde dirigir, de modo coherente y planificado, sus esfuerzos.

Podemos decir en conclusión, que los temas referidos a  la SEGURIDAD están adquiriendo cada vez ribetes de mayor trascendencia y deben ser objetos de profunda reflexión, no solamente por parte de las autoridades representativas del Estado, sino de la ciudadanía que ansía vivir en paz y tranquilidad. La democracia no significa debilidad frente a la delincuencia. Es inadmisible que DEMOCRACIA sea sinónima de INSEGURIDAD. La SEGURIDAD es derecho de los ciudadanos. Es deber del Estado garantizarla.